Polo Mendoza Cortés / Esto es Cholula
Rosa Cuahutitla, originaria de San Nicolás de los Ranchos, ejemplo vivo de la fuerza y el amor propio que se debe tener para superar los obstáculos que se presentan en nuestro camino.
Era una tarde de junio, corría el año 2014 cuando Rosa, de 14 años, se encontraba en la azotea de su casa por razones que actualmente no recuerda, en un instante y quizá por un descuido tropezó de dicho lugar tratando de aferrarse tomando con una mano unos cables de alta tensión y con la otra una varilla, provocando que al hacer tierra, recibiera una fuerte descarga eléctrica que ocasionara su caída de una altura aproximada de 20 metros.
Ella solo recuerda el momento que despertó en el hospital, la descarga le provocó una fuerte quemadura en sus dedos los cuales, y al no ser atendidos a tiempo, le hicieron agravar su estado teniendo que amputar ambos brazos para evitar una fuerte infección o incluso la muerte.
En un solo día la vida de Rosa cambió radicalmente, después del fuerte accidente, ahora vendría el proceso de recuperación y de adaptarse a las prótesis de gancho que le habrían dado, teniendo el temor de cómo ahora podría realizar su vida con este estrepitoso cambio. La depresión fue inevitable, el ir a la escuela se convirtió en un duro golpe que, no por ella, sino por sus compañeros, se volvió cada vez más duro teniendo que soportar el rechazo de la gente, provocando que se aislara de la sociedad y convirtiera su rutina en sólo ir a la escuela y regresar a su casa.
“El tiempo fue duro”, expresó nuestra protagonista, la gente seguía mirando y el nuevo estilo de vida se hacía difícil; afortunadamente el destino le había puesto una familia que en todo momento le apoyó, sus hermanas la hicieron fuerte y mediante un proceso de auto psicología empezó a nacer en ella una fuerza y sobre todo un amor propio que le permitió darse cuenta que los que realmente estaban mal eran todas aquellas personas que la veían y hacían sentir diferente, llevó su tiempo, pero cada día era una nueva oportunidad de cambiar “el chip» y demostrar que cuando se quiere se puede.
Es así que Rosa decidió dejar de lado sus prótesis, salir a las calles, continuar sus estudios y enfocarse en su futuro, el cual le ha permitido egresar recientemente de la carrera de contaduría.
Actualmente se encuentra feliz consigo misma, sabiendo que Dios la ha acompañado en todo momento, convirtiendo su caso en un milagro del que quizá otras personas no habrían podido salir abantes, con deseos de conocer, aprender, salir, explorar, equivocarse y vivir plenamente su juventud ya que a sus 22 años desea ser un ejemplo de fortaleza y amor.
Realmente solo podemos decir una cosa, en el mundo no hay imposibles mientras exista fe, amor, confianza, perseverancia y mucha pero muchas ganas de vivir. Nunca hagas menos a nadie, extiende tú mano y apoya a quien más lo necesite, solo así nuestra humanidad será mucho mejor.